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Tuxtla Gutiérrez, Chis. (Balance México 10 Octubre 2025).-En Chiapas, los rostros cambian, pero las mañas persisten. En el tablero político de la Costa vuelve a sonar el nombre del grupo Tabasco, aquel entramado de poder que durante años operó desde las sombras con el sello de la imposición y el compadrazgo. Esta vez, la protagonista de ese retorno es Faride Abud, actual diputada y autoproclamada “favorita” para la alcaldía de Pijijiapan en 2027.

En la Opinión De—César Solís—Tras Bambalinas—Faride Abud y la ambición adelantada por Pijijiapan

Aunque faltan dos años para la contienda, Faride ya se siente presidenta municipal. Lo presume en corto y en redes: que si tiene el respaldo de Rutilio Escandón y Adán Augusto López, que su candidatura es “cuestión de tiempo”, que el camino está “planchado”. En política, el exceso de confianza suele ser el primer paso hacia el precipicio.

El problema no es la aspiración , porque aspirar es un derecho político legítimo, sino la manera en que se ejerce. Faride Abud parece más ocupada en tejer redes de poder que en construir confianza ciudadana. Su paso por el Congreso local ha sido gris, sin iniciativas relevantes ni posicionamientos sólidos. En el mejor de los casos, su papel legislativo ha sido el de una operadora obediente del oficialismo, sin voz propia ni causas que la definan.

Detrás de su discurso amable y su sonrisa ensayada, se asoma la vieja fórmula del grupo Tabasco: acuerdos en lo oscurito, padrinazgos disfrazados de alianzas, y una maquinaria que busca revivir su influencia en el próximo sexenio. Nada nuevo bajo el sol, salvo que ahora pretenden reciclar su poder bajo la fachada de una “nueva generación política”.

Pero los pijijiapanecos ya han visto ese guion. Lo conocen bien. Cada sexenio, los mismos actores reaparecen con otro rostro, con otro lema, prometiendo “transformación” mientras repiten las mismas prácticas de antes.

Faride Abud representa la política de la conveniencia, no la del compromiso. Aspira a gobernar, pero sin recorrer las comunidades, sin escuchar, sin construir desde abajo. Su confianza está puesta en los padrinos, no en el pueblo. Y esa, en Chiapas, ha sido siempre la semilla del desencanto.

El grupo Tabasco está de vuelta y prueba de ello es su intento por colocar fichas en municipios estratégicos. Pijijiapan no es la excepción: es una plaza codiciada, una puerta de entrada al poder regional.

La pregunta es inevitable: ¿volverá la ciudadanía a dejar que las decisiones se tomen desde los escritorios del poder central? ¿O será capaz de cerrarle la puerta a la vieja política disfrazada de renovación?

Faride Abud aún está a tiempo de demostrar que puede ganar con trabajo y no con apellidos, con hechos y no con padrinos. Pero si sigue confiando en las bendiciones del grupo Tabasco, terminará siendo una más de esas figuras efímeras que la historia política de Chiapas entierra sin remordimiento.

Porque en Pijijiapan, como en todo Chiapas, la gente ya aprendió a distinguir entre quienes sirven al pueblo… y quienes solo se sirven del poder.
Nos leemos en la próxima…